viernes, 1 de septiembre de 2023

Zaida y los libros

Zaida vivió la vida A SU MANERA: llena de luz, de arte, de música, de opera, de literatura, viajes, espectáculos, fiestas y gente linda a la que amó.


A su manera: no aceptó que la encasillaran nunca ni como bibliotecaria, ni como perteneciente a ideología alguna, y no quiso nunca regirse por esquemas, presupuestos, planes… confiaba más en la suerte: jugadora de chances y lotería junto con Franklin, que le compraba tiempos y le cambiaba premios. –Para qué querrá ganarse la lotería?—pensaba yo. Pero era para repartir. A menudo pegaba terminaciones y las repartía. “Cuando llueve todos se mojan” me decía. Repartía todo lo que podía: comida, ropa, zapatos, entre la gente que tenía cerca, o para refugiados y demás. Su felicidad era hacer unas buenas fiestas con mucha comida para invitar a amigos, los cuales llegaban a gozar, tocar guitarra, cantar, recordar a Lupe… compartir los chifrijos o los vigorones.


El arte, la música, la literatura: hasta el año pasado Zaida llevó regularmente, por internet, cursos de historia del arte, que combinaba con infinidad de videos de museos y artistas de todos los tiempos y espacios. Sus compañeras del curso llegaban todos los años, religiosamente, a celebrar la vida en su hermosa finca de la Ceiba. Ella feliz de que la vida le hubiera permitido pasar sus años viejos en un lugar lleno de pájaros, de árboles, de flores, de naturaleza. Cada pequeño detalle lo disfrutó al máximo, desde la cosecha de aguacates, que la ilusionaba terriblemente, hasta las mariposas que llegaban profusamente a los moños de señora. Y sobre todo, por habernos permitido compartir un espacio íntimo y querido a las tres hermanas, al Cuña y Leo, durante unos años que no sabíamos si serían los últimos. Hasta Ceiba llegaron amig@s queridas como Eida, Licha, Ma. Eugenia Venegas, su hija y nietos, los amigos del coro, Ceci Cantero, Rocío Campos y familia. También Johanna que viajó para sus cumpleaños desde Virginia, O Vane. Gente linda, amada. Mis amigas, sus amigas: las Lores, las Platis, los de Heredia… Los nietos y sus novias, la familia toda.


La música era su escudo protector, y sus viajes por el mundo se relacionaron mucho con ella: los conciertos en Lincoln Center, en Carnegui Hall o las óperas a las que asistió con Lupe durante los 15 años de estadía en Wáshington. Recuerdo nuestros viajes a varios estados donde Lupe daba conciertos, el gozo, el entusiasmo, la expectativa, los aplausos compartidos. O esas gozadas cuando asistíamos a espectáculos como Cats, o el fantasma de la ópera. Cada escenografía en la que participaba Lupe (doña Francisquita, en el Lincoln Center, o Macbeth, en nuestro Teatro Nacional), era una celebración, invitaciones a comer (en Washington) con Plácido y todo el elenco, o a nuestra casa en Guadalupe con el extraordinario Poda, el tenor guatemalteco que la acompañó y el resto de los amigos que celebraban la vida. Cómo gozamos! Cómo disfrutamos cada instante! En Costa Rica, ya de vuelta, con Quadrivium, el coro de Lupe del que formamos parte, viajando por todo el país. Recuerdo aquel viaje a Filadelfia en buseta, el hotelito donde pasamos la noche para cantar al día siguiente en la iglesia, el viaje de regreso con los bajos y tenores en los asientos traseros contando chistes verdes y gozando, y las sopranos y contraltos al frente, mirando la alfombra que dejan los Guachipelines amarillos. O aquella noche espectacular en el Museo Calderón Guardia, cantando las cuatro estaciones de Piazzola, estaban Alberto e Igna en ese tiempo. Qué disfrute! Cómo no grabamos eso?

También los viajes a México (Puebla) y Centroamérica. Aplausos, gente linda, comidas ricas, percances, aventuras nuevas. A SU MANERA.


Las Bibliotecas, los libros: Zaida fue una excelente maestra, enseñó a sus alumn@s que los libros no son sólo para catalogarlos y clasificarlos, sino para leerlos y disfrutarlos, que la información debe ayudar a los políticos, a las instituciones y a las comunidades a tomar decisiones basadas en la evidencia. Su aporte como profesional es imborrable, ya sea como profesora o como Directora de una Unidad Académica importante, o como experta mostrando al personal del ICE, de la Corte, o de las universidades, a crear vocabularios controlados, ontologías y tesauros, o como experta en las unidades de información de la OPS. Por eso su amplia red de contactos y amigos se extiende al presente desde Brasil a México y a Europa donde residen antiguos colegas de OPS. Estableció lazos no solo profesionales sino fraternos con sus colegas: Saray, Ligia, Olga, Estela, Amanda, Ma. Teresa, Irmita, Magda Sandí, todas las colegas de las universidades, del ICE y de la Corte… Disfrutó en esa enorme y espectacular Biblioteca del Congreso de Washington, y en la Pública de Nueva York. Pasamos horas en la Jefferson Library buscando datos que la OPS usaría para sus informes y recomendaciones. Pero también otras grandes bibliotecas en Madrid, París, o Roma. Bibliotecas antiguas y asombrosas en Europa (Laurenziana de Florencia) o en Puebla (La Palafoxiana).

Zaida leía, hasta hace unos dos meses, un libro por semana. A la feria del libro de Guadalajara llegaba Macho con su familia, radicados ahí, a buscarle “El infinito en un junco” o “Tongolele no sabía bailar” el último de Sergio. Tenía una vida espiritual rica (también rezaba mucho por las noches), llena de viajes por el mundo conducidos por Irene Vallejo allá en la lejana Alejandría, hasta Rosa Montero con sus intrigas medievales. Desde los relatos históricos, hasta los misterios de la arqueología y la religiosidad de los pueblos antiguos y presentes. Algo de teología leía también: yo le pasaba a Spong y a Hinkelammert. Y recientemente, cuando ya no leyó más, le pasé libros en audio y me dijo que le interesaba mucho escucharlos.


La familia fue y es la constante y el soporte de su energía y su presencia en tantos campos, una familia que se extendió al grupo de espiritulidad de Heredia (Jane, Primo, Lilia, Cris, Manuel, Edwin, Estela, Greivin, Axel, Carlos, los hermanos dominicos…), y al grupo de historia del arte, o las amigas del Tacho (Gori, Seidy y muchas otras). Cada hermano (incluidas, Sonia, Margarita, Yadira, Humberto y Edgar), cada sobrino, cada sobrino nieto, tiene algún recuerdo imborrable de la Tia Zaida: los viajes a Washington o a New York en invierno, las caminatas hasta el Rockefeller Plaza en donde se nos quedó perdido Igna, o con Harold y Toño en el Potomac congelado. O cuando visitó Macho. Cuando Alberto hizo su aventura en Farmington: hasta allá fueron a escorar TZ y Tia Lupe con sillones para armar el nuevo aparta. Y luego cuando llegaron Ana y Maripaz! Compartiendo a Timur, su amiguito preferido (Oh mi destino!). El acompañamiento a Macho, Marce e hijos, o a Katya, Adri, Guiller y Lucre, las jajá… Y luego los viajes para vernos en Navidad o Thanks Given. Pero eso es solo lo sobresaliente. Lo que no contamos es ese cariño de todos los días, de preguntarnos, de celebrar cumpleaños, sin que se pasara uno, de mandar una chaquetita calientica a Valencia cuando Arturo estaba por esos lares. O los chineos a Harold, su ahijado del alma.


Un enorme capítulo lo podría llenar la vida que compartió con Lupe, Ligia, Ceci… Recuerdo aquel concierto de verano  donde escuchábamos a Brahms con Itzhak Perlman en vivo, y con multitudes sobre el pasto, tomando vinos y comiendo quesos. Un milagro que Zaida disfrutaba por el enorme carisma de Lupe. Milagros que construía también ella, como el viaje a New York con Nydia para escuchar Turandot en el Metropolitan.

Otro capítulo sólo para la época revolucionaria compartida hondamente con Ana María Arenas, María Suárez o Rita Hernández, y tantos más. Multitudes de nombres y de seres que amaron esa vida preciosa, llena de esperanza,  de los años 80s.  Cada gesto de amor llenó esa vida que Zaida vivió feliz A SU MANERA.


Congresos y viajes: la Zaida trashumante no se estacionaba fácilmente en algún sitio. Empezó a trabajar en la Biblioteca de la UCR, como secretaria primero y luego catalogadora. Luego fue al IICA (Turrialba) unos años, desde donde viajaba para concluir sus estudios de Filología. Luego pasó al CSUCA en la época de Sergio Ramírez y Tunnerman. Con una beca viajó a Denver, donde obtuvo su maestría en estudios de la información. Al regreso trabajó en las Escuelas de Bibliotecología de ambas universidades públicas.  De su trayectoria académica impecable dan fe sus alumnos y colegas.

La última parte del siglo pasado fue rica en procesos sociales en Centroamérica, y luego de la Revolución sandinista, la Escuela de Bibliotecología de la UNA, con el auspicio de la OEA, se involucró en los procesos de alfabetización del vecino país. Hasta allá fue Zaida para fundar bibliotecas escolares en todos los pueblos posibles, viajando algunas veces en panga por el Rama para llegar a las zonas más alejadas del atlántico nicaragüense. También nos encontramos, años después, a Zaida en República Dominicana, formando una biblioteca universitaria en Santiago de los Caballeros y diseñando sistemas de información. Estuvo más de un año en ese país que amó.

Desde las universidades organizaba congresos en donde se juntaron los profesionales de la bibliotecología de la región. También aquél otro congreso extraordinario cuando empezaba la www, con participación de colegas de OPS o de OCLC. Los inicios de la internet, y muy lejos se asomaba la IA.

Cuando se jubiló de las universidades, ingresó a la OPS como consultora y desde ahí participó en congresos internacionales en Río de Janeiro, Buenos Aires, Santiago, Quito, y México, a donde fue en más de seis oportunidades. Eran viajes profesionales en que presentaba ponencias y participaba activamente. Estableció lazos profesionales y de afecto con los colegas de la UNAM, que aún hoy perduran.

Pero también estaban los viajes por puro placer como la vez que acompañó a la Sinfónica Nacional en su viaje a Praga, o cuando fuimos a España: en Barcelona admirando a Gaudí y el Palacio de Bellas Artes, y asombradas ante la Catedral del Mar (acabábamos de terminar el libro de Falcones), o Sevilla, a donde fuimos a buscar el parque de María Luisa (un poema que recitó de adolescente). Ahí recordamos su época de actriz primeriza representando a doña Rosita la soltera en el Teatro Nacional, junto con sus compañeras del Anastacio Alfaro. Desde Alcalá de Henares hasta Granada y su portentosa Alhambra, y el paso por el Mediterráneo hacia Marruecos: se abrió un mundo en esa Africa desconocida y exótica que nos ofreció lo mejor de su cultura y su historia. Historias que conocíamos por las lecturas sobre moros y judíos expulsados de España en el siglo XV y cuyas huellas permanecen en cada rincón de Fez o Marraquech. Leímos “León el a

Africano” (nombre cristiano de Hasan bin Muhammed al-Wazzan al-Fasi (Hasan, hijo de Mohamed el alamín de Fez) y buscamos sus relatos por los rincones marroquíes, especialmente en Fez, su ciudad preferida.

Asombro en Casa Blanca frente a su mezquita majestuosa y recuerdos de algún cine excelente que habíamos disfrutado. El  Alto Atlas y sus montañas con paradas para degustar tahines deliciosos, o visitas al desierto en una noche llena de estrellas donde había que estar en silencio, pero los compas del tour rompieron la magia del momento con sus carcajadas inoportunas.



Las historias de recorridos por Roma, Florencia o Venecia son otras tantas aventuras de Zaida, la recuerdo en las calles de San Geminiano buscando recuerditos y comprando el vino que sólo ahí producen. O en Florencia tras la Laurenziana. En Roma frente al Castillo de San Angel, imaginando ese tiempo en que personajes como Juan León (León el Africano) estuvieron presos en su torre.

Trashumante siempre: en Virginia, al terminar la semana de trabajo duro, había que inventar a dónde íbamos ese fin de semana. Era Baltimore a ver la ópera (porque Arturo Chacón cantaba el Barbero), o New York, o Atlantic City. Las vacaciones eran para llegar hasta Boston y dar un vueltín por Martha´s Vineyard, sólo para ver qué era la bulla. En Boston disfrutábamos del clam chouder en el mercadito, o cenábamos en el restaurante del Hyatt en la noche, era invierno y la chimenea encendida nos daba calorcito e intimidad para disfrutar las cenas.

No fuimos a LA, o Chicago, porque el Este ya estaba lleno de sitios nuevos que recorrimos, desde Miami hasta Buffalo. Viajes a Pennsylvania a tierra de los cuáqueros y los Amish a entender una concepción distinta del mundo. Zaida nunca se cansaba, recuerdo las veces, que luego de viajar todo el día, decía: -- ¿ya se acabó el paseo?—
Pues sí hermanita, ya este paseíto se acabó, ahora ese polvito de estrellas que seremos se va a juntar con otras chispas luminosas de los que nos antecedieron y están cuidándonos.

Un largo camino el que anduvo: desde las lejanas montañas de Monterrey de Aserrí, donde leíamos la Ilíada y la Odisea en los veranos. No había radio ni TV ni periódicos, sólo los libros que yo llevaba para las pruebas de bachillerato. Después vinieron los clásicos: Dante, Virgilio, nuestro Quijote amado, Dostowieski y cientos más, para aterrizar muchos años después en los latinoamericanos: Carpentier, Borges, García Márquez, Vargas Llosa y Octavio Paz, o nuestros escritores y escritoras ticas tan queridas. Más recientemente buscábamos los premios Cervantes o los Nobel, ante la imposibilidad de leerlo todo. Pero no podía pasarse sin Yourcenar, Haruki Murakami, la Poniatowska, o la Mastretta. Zaida vivió todas esas aventuras, historias que muestran la grandeza y majestad del ser humano y su lucha por conquistar mundos mejores. Una ruta luminosa la que siguió su espíritu.
Deyanira Sequeira







5 comentarios:

Anónimo dijo...

Imposible describirla mejor!!!! Amor puro, sabiduría, entrega....también reflejo de la gran familia que son ustedes. Gracias por abrirme las puertas de su casa y su corazón!

Anónimo dijo...

Fui su amiga, su alumna, su colega en el campo de la bibliotecología. Zaida deja huellas imborrables porque fue siempre, y seguirá siendo, ejemplo de una vida plena. Siempre inspirando, estimulando a los demás en su crecimiento, colaborando con generosidad y entrega, compartiendo su insaciable sed de conocimientos y siempre comprometida, entusiasta y creativa en todo cuanto emprendió. Gracias Zaida por tu rico legado.

Anónimo dijo...

No pude contener las lágrimas, una mujer ejemplo para imitar por todo lo que nos heredó, su eabiduria, espíritu de lucha, alegría y fuerza para vivir cada instante. Leer parte de esa historia de vida que también víve en los corazones de quienes tuvimos el privilegio de conocerla. Compartímos muy poco, allá por los años 70...pero me bastó su sonrisa y la solidaridadd qué la caracterizó, para que fuera semilla en mi vida. Mi eterna gratitud para Zaid, Gracias Deya, familia.. 💖🕯️😍

Anónimo dijo...

Gracias Zaida fue mi Profesora en la Universidad Nacional en la Escuela de Bibliotecología una excelente académica e investigadora y profesional. Un carisma para enseñar que las horas de clase se hacían cortas. Un ejemplo a seguir para nosotras sus estudiantes. Siempre muy amable y tenía tiempo para guiarnos en nuestros trabajos de investigación. Lloré al saber la triste noticia de su partida. Pero en mi corazón siempre vivirá como la he recordado todos estos años. Vuela alto Zaida como siempre te gustó ser. Y que estés gozando de la gloria de Dios. Nunca te olvidaré

Francisco dijo...

La conocí hará como 20 años. Acaba de llegar de Washington y venía Costa Rica a descansar a su casa en la Ceiba.
Cuando Alberto enfermo, le pregunté a ella como estaba
y me contesto el esta bien ahora , quien sabe mañana. Fue muy cariñosa conmigo, me decía papito. Nos veiamos en las reuniones del grupo. Muy accesible, simpática. Me
encantaba que le gustaba comer bien, ambos nos gustaba la buena comida. Como duele su partida. Done estés Zaida disfruta tu vuelo, tenés todo el espacio para volar.