sábado, 3 de febrero de 2018

El problema con la tolerancia religiosa



Alan Levinovitz[1] se refiere a unos estudiantes que impiden a una compañera musulmana expresar sus opiniones. Nos sugiere en este artículo otra posible respuesta, entonces, es enseñar que hay múltiples perspectivas religiosas, que no son todas igualmente válidas y que merecen respeto.
Si esto suena loco o extremo, comience por pensar en términos de afirmaciones históricas: hay múltiples perspectivas sobre la edad de la tierra que no son igualmente válidas y que merecen respeto.
O tal vez piense en términos de ética: existen múltiples perspectivas sobre el abuso infantil que no son igualmente válidas y merecen respeto. Ahora el siguiente paso: reconocer que las creencias religiosas incluyen afirmaciones
históricas y éticas. Aquí no hay extremismo, solo sentido común: el mismo sentido común que permite a las tradiciones religiosas corregir las posiciones erróneas sobre la edad de la tierra, o si Dios quiere que los negros sean sacerdotes.

Algunos pueden temer que enfatizar la falibilidad de las creencias religiosas vaya en contra de la posibilidad del diálogo interreligioso. De hecho, lo opuesto es verdad. Las personas intelectualmente honestas, religiosas o no, se preocupan profundamente por la verdad. Quieren asegurarse de que sus propias creencias valgan la pena, y piensan que a otros les va mejor haciendo lo mismo.
El diálogo interreligioso es una oportunidad no solo de conocer las creencias de otras personas, sino también de cuestionar las bases de esas creencias y permitir que otras personas desafíen las propias. De lo contrario, el diálogo interreligioso se convierte en un espectáculo de arte de la escuela media, donde la gente alaba
el trabajo sin juzgar su calidad, para que no hieran los sentimientos de alguien. Esta versión del diálogo degrada la religión al reducirla al gusto, e irrespeta a los participantes al tratarlos como a niños.




Creo que esto ocurrió en los pasados debates televisivos, en donde la mayoría de los candidatos evitó enfrentar a Fabricio, por cálculo político. Es importante que los costarricenses que decidieron votar por él conozcan realmente el movimiento religioso dentro del que se encuentra Fabricio.

 “Como cualquiera de ustedes puede comprobar, ese movimiento, llamado el NAR (Nueva Reforma Apostólica), cree que las estructuras civiles existentes se encuentran dominadas por una jerarquía de demonios, y están dedicados a la "guerra espiritual estratégica" para vencer esos demonios de manera que puedan "instaurar el reino de Dios en la tierra", o sea, literalmente una TEOCRACIA, en preparación para el "fin de los tiempos." Esta teocracia se consolida insertando a su gente en 7 áreas
 (lo que ellos llaman, Las 7 Montañas): las artes, los negocios, la familia, el gobierno, los medios, la religión y la educación. En otras palabras, no están preocupados por hacer respetar nuestra soberanía, nuestra estructuras democráticas, y el derecho de cada quién a sus creencias, sino en ir ganando terreno para imponernos, en todos los campos de la vida, su interpretación de la ley según el Antiguo Testamento. Hoy día, alegan la democracia y la libertad de expresión y culto para poder hacer política, pero según han reportado algunos medios como Aljazeera, en su propia doctrina son extremistas y buscan restringir a los que consideran herejes".

Por ejemplo, su "guerra espiritual", incluye destruir artefactos de otras religiones (por ejemplo, de pueblos indígenas) para "vencer el poder de esos demonios", o prácticas culturales como “Halloween” o “el día de los muertos”. 

“Lamentablemente, son la vertiente cristiana de más rápido crecimiento en el mundo, y en América Latina. Y sin embargo, parece que se nos han escabullido por debajo del radar, a tal grado que hoy son vistos por mucha gente como defensores de los valores cristianos. 

Aunque suavizan su discurso hacia el público en general, sus manifestaciones extremas están disponibles en sus propias publicaciones y dentro de sus prácticas”.

"Hay grandes tensiones en este momento, entre las visiones progresista y conservadora de lo que queremos como sociedad. Muchos vivimos en una burbuja rodeados de personas que piensan cómo nosotros, y no hemos hecho lo suficiente para buscar dialogar con quienes difieren de nosotros, como nación que somos". 

"Pero el auge de un grupo extremista no va a tender el puente ni estimular el diálogo urgente; tampoco va a atender las necesidades de la mayoría en ninguno de estos dos lados del debate. Solamente logaría concentrar poder en un grupoautoritario que explota el miedo y la vulnerabilidad de la gente. “[2]

Levinovitz termina:  el derecho de personas de cualquier creencia religiosa, a estar libres de intolerancia y discriminación. Sin duda, la cuestión de cómo relacionarse con personas cuyas creencias consideramos incorrectas es importante y complicada. La tolerancia puede ayudar. Nos llama a escuchar generosamente y buscar, en el diálogo, nuestros propios errores inevitables y puntos ciegos. Cuando las creencias que no aceptamos son parte de la cosmovisión religiosa de alguien, la virtud de la tolerancia nos dice que procedamos con precaución. Advierte en contra de hacer juicios bruscos sobre la calidad de la persona que posee esas creencias, que es la forma correcta de ser respetuoso.
Pero la tolerancia no nos dice que solo porque la creencia es religiosa, no hay forma de pronunciarse sobre su verdad. No nos prohíbe criticar falsedades si la religión se usa para justificar esas falsedades. Y eso no significa que las personas que desafían las creencias profundamente arraigadas representen una amenaza. Eso es complacencia, no tolerancia, y es hora de comenzar a reconocer la diferencia.
Si se continúan confundiendo las críticas y la intolerancia, seguramente surgirán problemas similares en el futuro. Hagamos todo lo posible para asegurarnos de que no lo hagan.
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[1] The Problem With Religious Tolerance - By Alan Levinovitz OCTOBER 02, 2015
The Chronicle of Higher Education http://bit.ly/2s4qhoi

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